viernes, 10 de octubre de 2014



“¿Quién soy yo?”. Esta es una pregunta maestra, todos nos la hemos planteado alguna vez. Normalmente surge en los albores de la adolescencia, cuando uno empieza a abandonar la magia de la infancia, el asombro por las cosas y la evidencia de la vida
Empezar a preguntarnos esta simplísima cuestión, “¿Quién soy yo?” trae entusiasmo y emoción porque abre un vasto campo de exploración ante nosotros. Quiere decir que es una puerta hacia nuestra vida interior. Cuando preguntamos seriamente,empezamos a descubrir mucho sobre quién somos. ¿Con qué nos identificamos? ¿De dónde venimos? ¿Qué limitaciones nos auto-imponemos? ¿Cuáles son nuestros prejuicios? ¿Cuáles son las definiciones que hacemos de nosotros mismos? ¿Cómo nos vemos a nosotros mismos? Es sorprendente-a veces doloroso, a veces estimulante-llegar a conocernos en profundidad.
Lo más interesante de la pregunta no es la respuesta, sino el hecho mismo de hacerse la pregunta, el acto de indagar en sí mismo que nos libera de ciertas creencias culturales e inercias mentales. Muchas veces creemos acerca de nosotros mismos una serie de cosas que son irreales, creemos ser alguien que en realidad no somos, así que preguntarse de vez en cuando “¿Quién soy yo?” sirve para salir de muchas confusiones e historias en las que creemos inconscientemente, para volver a nosotros mismos. Sea lo que contestemos a esa pregunta será como mucho relativo, y dependerá del momento en que nos encontremos, la etapa de la vida en la que estemos, en cómo me siento, en cómo me van las cosas. Es decir, nunca habrá una respuesta fija y definitiva por que siempre entaremos variando dependiendo del estado de ánimo en que nos encontremos. Así que tratar de definirse a sí mismo de alguna manera concreta puede ser muy limitante, de ahí la importancia de hacerse la pregunta más allá de querer responderla definitivamente.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario