“¿Quién soy yo?”. Esta es una pregunta maestra, todos nos la hemos planteado alguna vez.
Normalmente surge en los albores de la adolescencia, cuando uno empieza a
abandonar la magia de la infancia, el asombro por las cosas y la
evidencia de la vida
Empezar a preguntarnos esta simplísima cuestión, “¿Quién soy yo?” trae
entusiasmo y emoción porque abre un vasto campo de exploración ante
nosotros. Quiere decir que es una puerta hacia nuestra vida interior.
Cuando preguntamos seriamente,empezamos a descubrir mucho sobre quién somos. ¿Con qué nos
identificamos? ¿De dónde venimos? ¿Qué limitaciones nos
auto-imponemos? ¿Cuáles son nuestros prejuicios? ¿Cuáles son las
definiciones que hacemos de nosotros mismos? ¿Cómo nos vemos a nosotros
mismos? Es sorprendente-a veces doloroso, a veces estimulante-llegar a
conocernos en profundidad.
Lo más interesante de la pregunta no es la respuesta, sino el hecho
mismo de hacerse la pregunta, el acto de indagar en sí mismo que nos libera de ciertas creencias culturales e
inercias mentales. Muchas veces creemos acerca de nosotros mismos una
serie de cosas que son irreales, creemos ser alguien que en realidad
no somos, así que preguntarse de vez en cuando “¿Quién soy yo?” sirve
para salir de muchas confusiones e historias en las que creemos
inconscientemente, para volver a nosotros mismos. Sea lo que contestemos
a esa pregunta será como mucho relativo, y dependerá del momento en que
nos encontremos, la etapa de la vida en la que estemos, en cómo me
siento, en cómo me van las cosas. Es decir, nunca habrá una respuesta fija y definitiva por que siempre entaremos variando dependiendo del estado de ánimo en que nos encontremos. Así que tratar de definirse a sí mismo de alguna manera concreta puede
ser muy limitante, de ahí la importancia de hacerse la pregunta más allá
de querer responderla definitivamente.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario